En España, la Estrategia Nacional de Salud Mental favorece las acciones dirigidas a la prevención de la enfermedad mental en la infancia y adolescencia. Para contribuir a la consecución de este objetivo, la psicología dispone de una amplia variedad de estrategias y procedimientos terapéuticos para los problemas infanto-juveniles.
El gran número de técnicas de intervención disponibles no justifica la aplicación de cualquiera de ellas, sino que debemos elegir el tratamiento que mayor evidencia haya demostrado. Ofrecer atención psicológica a niños y adolescentes no es, por tanto, suficiente; es necesario proporcionar el mejor tratamiento, aquél cuya base experimental pueda garantizar su eficacia.
Se han establecido unos criterios de clasificación que facilitan y permiten al terapeuta la elección de la técnica más adecuada para cada trastorno resultando la terapia cognitivo-conductual, (TCC) la que predomina como intervención de eficacia probada para los trastornos infanto-juveniles más comunes, destacando por ello como tratamiento de elección.
Existen numerosos ejemplos de programas específicos de intervención basados en TCC:
En comparación con los tratamientos psicológicos, los farmacológicos han demostrado menor eficacia para los trastornos infanto-juveniles. Además de los estudios que experimentalmente señalan la terapia psicológica como tratamiento de elección, determinados organismos como el NICE, la recomiendan especialmente para problemas de niños y adolescentes frente a la terapia farmacológica.
En definitiva, podemos enfrentarnos a los problemas que surgen en estas etapas de la vida con un bagaje de conocimientos fundados en la investigación sólida y que continúa precisando los elementos que pueden ayudar a su mejora.