La OMS (Organización Mundial de Salud) definió la adicción, como: una enfermedad física y psicoemocional, que se caracteriza por una dependencia o necesidad compulsiva e irracional de consumir una sustancia, realizar una actividad o mantener una relación, a pesar de las múltiples consecuencias negativas que la repetición de ese comportamiento provoca.
Las drogas tienen una notable capacidad de aumentar los niveles de un neurotransmisor denominado dopamina. Precisamente el aumento de dopamina en el cerebro de los adictos es lo que provoca la sensación de euforia, producida, por ejemplo, por la cocaína.
Pero la dopamina puede aumentar también con un contacto sexual, un atracón, el placer de comprar por comprar o la conexión a intenet. Las personas, una vez adictas a una sustancia o a una conducta, se habitúan a altas concentraciones de dopamina.
Los componentes fundamentales de los trastornos adictivos son la pérdida de control y la dependencia. De este modo, las adicciones no pueden limitarse exclusivamente a las conductas generadas por sustancias químicas, como los opiáceos, los ansiolíticos, la nicotina o el alcohol. De hecho, existen hábitos de conducta aparentemente inofensivos que pueden convertirse en adictivos e interferir gravemente en la vida cotidiana de las personas afectadas. Es por ello que, conductas normales, incluso saludables, se pueden hacer usos anormales en función de la intensidad, de la frecuencia o de la cantidad de tiempo/dinero invertido y, en último término, en función del grado de interferencia en las relaciones familiares, sociales y laborales de las personas implicadas.
Cualquier conducta normal placentera tiende a repetirse y es, por ello, susceptible de convertirse en un comportamiento adictivo. Pero esto sólo ocurre cuando el sujeto muestra una pérdida habitual de control al realizar una determinada conducta, continúa con ella a pesar de las consecuencias negativas, manifiesta una dependencia de la misma, no puede quitársela de la cabeza, se muestra desasosegado si no puede llevarla a cabo de inmediato y por último, pierde interés por otro tipo de actividades que antes le resultaban gratificantes.
Desde esta perspectiva, lo que diferencia al hábito de la adicción es que esta última tiene efectos contraproducentes para el sujeto.
Por todo esto, podríamos diferenciar entre adicciones tóxicas (a sustancias) y adicciones no tóxicas (psicológicas y/o sociales, a cosas o comportamientos). Podríamos dividirlas de la siguiente forma:
- Adicción a sustancias:
-legales: tabaco, alcohol, ansiolíticos
-ilegales: cannabis, cocaína, heroína, MDMA, anfetamina, etc.
- Adicción sin sustancias, psicológicas, sociales, a cosas o comportamientos:
- Tecnoadicciones: adicción a las nuevas tecnologías
- Sexo
- Compras
- Ejercicio físico
- Juego
- Trabajo
- Comida
La semejanza que presentan las adicciones químicas y las adicciones psicológicas es que constituyen una vía de escape no saludable para resolver conflictos y en que presentan una clara pérdida de control y una dependencia. Por el contrario, hay varias diferencias entre ellas; mientras las adicciones tóxicas presentan la dependencia a una sustancia (tabaco, alcohol, cocaína, etc.), en las adicciones psicológicas se desarrolla dependencia a una conducta (juego, compras, trabajo, etc.).
En la adicción a sustancias hay más tendencia a presentar politoxicomania, es decir, adicción a varias sustancias mientras que las adicciones psicológicas suelen darse con mayor frecuencia en un contexto de unitoxicomanía. Además, la motivación al tratamiento de las primeras suele ser más baja que en las segundas y por último, mientras que el objetivo terapéutico en las primeras suele ser la abstinencia total, en las adicciones psicológicas, por tratarse de conductas difícilmente insalvables, el objetivo terapéutico suele ser efectuar un uso controlado.