El mundo de las emociones ha ido ganando terreno en los estudios psicológicos y neurológicos de las últimas décadas. La tan valorada racionalidad empezó a dejar paso a nuevos campos de investigación mental, importantes en nuestro comportamiento cotidiano y en el modo de ser y actuar en nuestras vidas.
La emoción es parte de nuestra mente, es conocimiento para la adaptación, para la resolución de problemas y la toma de decisiones. Vivir contando con nuestras emociones supone dar respuesta apropiada a los cambios de la vida diaria y disfrutar de la misma.
¿Tu estado de ánimo se interpone en el camino de lograr tus objetivos?,
¿tienes dificultad para dominar impulsos?,
¿constantemente tienes peleas con algún familiar y/o con compañeros del trabajo?,
¿sueles meterte en problemas?,
¿no logras controlar comportamientos?,
¿tus conductas parecen surgir de repente?,
¿te cuesta trabajo comunicar tus necesidades de manera efectiva?,
¿vives las emociones de manera intensa y por un tiempo extremadamente largo?
Si respondiste sí a dos o más de las preguntas anteriores, no estás identificando y/o expresando y gestionando de manera correcta tus emociones.
Las emociones tienen una función adaptativa, por lo tanto son alarmas a las que debemos estar siempre atentos; organizan y motivan una acción, comunican a los otros y los influyen, asimismo, nos comunican a nosotros mismos y nos determinan. El cerebro emocional es más rudimentario pero más rápido en su respuesta (acción) que el cerebro racional (reflexión). Está diseñado para la supervivencia y la adaptación, para responder a estímulos que supongan un riesgo para nuestra existencia o para la acción ante sucesos cambiantes. El sistema límbico mantiene una rápida conexión con el sistema nervioso autónomo y el sistema endocrino, lo que explica la activación corporal cuando sentimos una emoción. Está ligado íntimamente con nuestro cuerpo (por eso, al sentir una emoción se generan sensaciones corporales y unos pensamientos asociados a ella).
Cada emoción tiene su propia función y todas son válidas, no son ni buenas ni malas, y por lo tanto es imperante identificarlas para poder expresarlas de manera efectiva, lo que nos dará salud física, mental y social. A medida que identifiquemos y comprendamos las funciones de nuestras emociones, será más sencillo interpretarnos y conducirnos de tal manera que logremos responder de la forma más apropiada a cualquier situación.
El desarrollo de una inteligencia emocional, te llevará a aprender de tus emociones en lugar de ser víctima de ellas, poco a poco podrás darte cuenta de las emociones que estás viviendo, adoptarás una actitud de empatía al comprender lo que tus seres queridos están sintiendo, serás más tolerante a las presiones y frustraciones del mundo tan ajetreado en el que vivimos y podrás dar una respuesta efectiva y asertiva a las demandas de este, asimismo, generarás recursos para trabajar en equipo, participando, delegando, deliberando y conviviendo desde una postura amable y de calma, te darás cuenta que estás tomando mejores decisiones y que evitas que pequeños dilemas se conviertan en problemas fuera de control.