De forma habitual, una pareja recurre como última alternativa a un proceso psicoterapéutico para solucionar los problemas emocionales y de convivencia que genera la vida en pareja.
Se suele esperar de media entre tres o cinco años desde que empiezan los problemas para pedir ayuda, cuando ya se han acumulado numerosas heridas emocionales, frustración, enfado, rencor, celos, decepciones, y se ha producido un distanciamiento tanto físico como afectivo.
Por este motivo, es importante que la terapia se convierta en una herramienta preventiva: Debemos dejar de percibir la terapia como algo negativo o como el fracaso de nuestra relación de pareja. El problema sería, precisamente, si no buscásemos ayuda para salvarla.
Una psicoterapeuta que nos guíe de una forma profesional puede ser una gran ayuda y nos permitirá encontrar la mejor de las soluciones.
No obstante una terapia de pareja no sólo vale para recuperar la relación, sino también para mediar y hacer que una ruptura sea lo menos conflictiva y dolorosa posible. De modo que el objetivo principal es restablecer la comunicación adecuada entre los miembros de la pareja, que se resuelva lo que quiera resolver para sentirse mejor consigo mismo y con el otro, y asegurar que la relación vuelva a ser nuevamente agradable y enriquecedora.
Entre los motivos más frecuentes de consulta de terapia de pareja se encuentran los siguientes:
Estudios indican que la terapia de pareja es más efectiva cuando ambos miembros quieren reparar el problema, conocen qué es lo que quieren (o lo que no) y acuden de forma conjunta con cierta motivación por mejorar la situación. Si la frecuencia es mayor a una vez por semana mejor. Si el terapeuta es escogido de forma conjunta mejor también.
Sea cual sea la razón por la que la pareja recurra a la terapia de pareja, ambas partes tendrán la ocasión de realizar un recorrido personal importante, les ayudará a conocerse individualmente y, sobre todo, les enseñará a ser mejor pareja en esta, o en futuras relaciones.